Bodas reales: XIV
Capítulo XIV Pág. XIV de {{{Reseña}}} Bodas reales Benito Pérez Galdós Los días, semanas y meses del último tercio de 1844 pasaron con triste monotonía: Doña Leandra adormeciéndose en la contemplación extática de su bendita tierra, D. Bruno adaptándose fácilmente a los gratos ocios del casino, las hijas lidiando a sus novios con la doble suerte del amor honesto y de la querencia de matrimonio, y Narváez fusilando españoles, tarea fácil y eficaz a que se consagró desde el primer día de mando. Lo que él decía: «Voy a introducir grandes mejoras en el orden administrativo, a fomentar el trabajo agrícola, industrial y científico, a dar a España una vida y un ser nuevos; mas para esto necesito que esté sosegada, pues sin orden, ¿qué reformas, ni qué civilización, ni qué niño muerto? Lo primero es el orden, lo primero es hacer país...». Esta frase ha quedado desde entonces como una formulilla en los amanerados entendimientos: siempre...
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